lunes, 21 de abril de 2008

Capítulo 3: La casa

La casa era grandiosa. Todo en ella estaba cuidadísimo, hasta el más mínimo detalle. Estaba decorada a la antigua y con unos muebles exquisitos.

Detrás de la puerta de entrada se descubría un enorme hall, todo ello adornado con diversas plantas. A la derecha de la puerta estaba en el salón. Estaba adornado con muebles clásicos y una de sus paredes estaba forrada completamente de espejos, también tenía un amplio ventanal que daba a los jardines.

Frente a la puerta había un tramo de escaleras que conducían al piso superior, así que me fui directamente hacia ellas mientras pensaba en el gustazo que se iban a dar mis amigas mirándose en el espejo del salón. Cuando llegué arriba me encontré con mis maletas en la puerta de una de las habitaciones, por lo que supuse que aquella era la mía, así que entré las maletas y me dispuse a desempaquetar mis cosas.

Mi habitación estaba muy bien, era espaciosa y tenía un gran armario empotrado, además, toda la pared que sobraba de ese armario estaba forrada de espejos, como la del salón. 'Guau?, me dije yo, aquello era el sueño de cualquier fémina un poquito coquetuela, y éste era mi caso. La cama era de matrimonio y con cabecera dorada. A su lado había una coqueta con varios perfumes y cepillos, vamos, una gozada de habitación.

Empecé a poner las cosas en el armario, para que después de comer tuviera tiempo de dormir un rato, pero algo llamó mi atención. En el fondo del ropero habían unas iniciales grabadas, esas iniciales eran A. V. R. ¡A. V. R.! Esas eran mis iniciales. Corriendo llamé a mi madre desde el pasillo de la escalera, por lo que ella, alarmada, subió corriendo.

-Amanda, ¿qué te sucede?

-Mira en el fondo del armario y di lo que hay grabado en él, por favor.

Mi madre se dirigió hacia él y empezó a inspeccionarlo una y otra vez.

-Mira hija, no sé lo que habrás visto, pero aquí no hay nada grabado.

-¿Que no hay nada grabado? Mamá, ¿estás ciega? Míralo, aquí está...

Me quedé pasmada mirando el fondo del ropero. Allí no había nada grabado, pero yo lo había visto con mis propios ojos, estaba segura.

-Venga, acuéstate. Estás cansada por el viaje, luego comerás.

-Pero mamá. Estaba ahí, te juro que estaba ahí.

-Sí, pero ahora duerme. Te dejaré la comida en el frigorífico para que después comas tranquila y descansada. Yo pondré la ropa en su sitio mientras estés durmiendo, pero ahora tranquilízate.

Mi madre me acostó, me arropó y se fue diciendo que tenía una gran imaginación. Antes de que se fuera le pregunté si había allí algún desván para dejar las cosas que no pudieran estar en la habitación. Ella me contestó que no había ninguno, que el que había anteriormente había desaparecido. Tras decirme esto no recuerdo muy bien lo que pasó, me quedé dormida casi en el acto.

Cuando dormía soñé con una casa. Ese sueño no era extraño, ya lo había tenido antes. Ésta era igual a la del pueblo. Me adentré en ella, iba angustiada y subí corriendo las escaleras hasta que me situé en la puerta de mi habitación. La puerta se abrió sola, la habitación estaba a oscuras, sólo se veía una extraña luz que provenía de dentro del armario. Lo abrí y algo me arrastró hacia su interior.

Tras esto me desperté sobresaltada, eso era lo que había estado soñando hace meses, por eso me parecía tan familiar la casa, por eso creía que había estado allí antes.

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