lunes, 21 de abril de 2008

Capítulo 2: Mis amigas

Después de contarnos, "accidentada y atropelladamente", la cantidad de cosas que nos habían pasado durante nuestro tiempo de separación, me paré un momento para mirarlas detalladamente mientras paseábamos por los alrededores de la casa. Todo me parecía normal en ellas, Dafne seguía con su gran preocupación que era el flequillo y los coloretes.Ella era una persona un tanto nerviosilla, le encantaba la música, la ropa bonita y cara, las grandes discotecas, las juergas y como no, los chicos. En casi todo esto coincidíamos las tres pero sobre todo en lo último. Físicamente era delgada, con buena figura y un largo y negro pelo que le llegaba hasta la cintura, y en ese mismo instante estaba atusandoselo y preguntándole a Celeste que si era verdad que estaba bien maquillada. No había cambiado nada desde que la dejé. No es que sólo le preocupara ella misma, a Dafne le preocupaban muchas cosas y luchaba junto a nosotras dos por muchas de ellas. No, no era una persona superficial.

A su lado estaba Celeste. Ella era una persona muy perfeccionista y siempre salía a la calle con todo planeado, aunque solo fuera a comprar un chicle. Físicamente era semejante a Dafne, siempre las confundían y decían que eran hermanas. Lo que envidiaba más de Celeste era la seguridad que siempre tenía, nunca dudaba cuando iba a hacer algo y siempre se mantenía en sus trece, parecía que nunca perdía la calma.

El polo opuesto a ellas era yo. Según lo que decía la gente, de físico estaba bien y en verano me afloraban unas pequitas un tanto graciosas que hacían un buen juego con mi blanca piel y mi pelo rubio. Tenía algunas diferencias con mis amigas como mi aspecto, nunca me preocupó mucho, pero sí me preocupaba mi propia comodidad. También me diferenciaba de ellas en que, en contraste con Celeste, yo casi siempre estaba hecha un mar de dudas, pero nunca las transmitía a nadie lo que me daba un aspecto de chica segura de sí misma, como ella.

Mientras andábamos, las tres íbamos charlando y haciendo planes para la noche, la cual iban a pasar conmigo. En ese momento mi madre me llamó a lo lejos.

Cuando llegué donde estaba ella, me comentó que tenía que volver a la ciudad para recoger algunas cosas, que se irían un rato después de comer y que volverían al día siguiente. ¡Qué bien! Un día en el caserón a solas con mis amigas, por fin podría verlo bien y descubrir qué era lo que me atraía de él. Corriendo se lo anuncié a mis amigas, pero a ellas no les entusiasmó en aquel momento la idea de quedarse a dormir en aquella casa sin mis padres allí.

-¿Es que no has oído hablar nunca de la leyenda de esa casa? -comentó Celeste con gran misterio.

-¿Leyenda? No, no he oído ninguna, acabo de llegar, pero cuéntamela tú, me encantan las leyendas.

Entonces Celeste empezó a relatar la desaparición de dos componentes de una familia que había vivido con anterioridad en esa casa, pero que antes de desaparecer habían dicho que allí se escondía un extraño y misterioso mundo.

-¿Y tú te vas a creer eso? -pregunté con gran escepticismo por mi parte.

-Pues ellos juraron que era verdad.

-¿Y se puede saber dónde están esos dos individuos? -comenté con verdadera curiosidad.

-Nadie lo sabe, aunque alguna gente dice que volvieron a ese mundo y se quedaron para siempre, otros dicen que se los llevaron los del manicomio.

Dafne nos observaba a las dos con los ojos muy abiertos y con una expresión en la cara de gran curiosidad.

-¿Por qué no averiguamos nosotras dónde fueron a parar esas dos personas? ¿Hay algo que nos lo impida Celeste? -dijo con convicción Dafne.

-Bueno, la leyenda también dice que sólo los que creen en esa ciudad encontrarán la puerta de entrada y si por un casual uno que no cumpliera ese requisito lograra entrar, entonces esa persona no encontraría la puerta de salida.

-¿Ciudad? ¿No habías dicho mundo? -interrumpí yo.

-Esas personas dijeron algo sobre una ciudad sólo, no dieron más datos.

-Bueno, ya es la hora. Me vais a hacer un favor, recoged toda la información sobre la casa y sobre la leyenda, ¿vale?

Las dos dieron su aprobación, se fueron a comer a sus casas y a recoger ropa para los días que se iban a quedar conmigo. Mientras, yo entré en la casa para hacerle una ligera inspección antes que mi madre acabara de hacer la comida.

No hay comentarios: