lunes, 21 de abril de 2008

Capítulo 1: Nuestra llegada

Todavía no habíamos llegado a ese pueblecito donde nos teníamos que ir a vivir, según mis padres era tranquilo, con sus historias y sus extraños habitantes, pero al fin y al cabo un pueblecito tranquilo. Todavía no me había hecho a la idea de vivir en él, pero no me quedaba otra alternativa.

Aún recordaba a mis amigos de la ciudad, muchos de ellos ya se habían ido también de allí, incluyendo mis dos mejores amigas, Dafne y Celeste. Todavía cuando pienso en la cantidad de fechorías que habíamos hecho juntas no puedo evitar una leve sonrisa. Mi madre, mientras, se entretenía en observar el paisaje.

-Amandita, mira que pajarito ha salido volando por ahí- dijo con cara de sorpresa.

-Sí mamá, es precioso, muy bonito.

Cada vez que mi madre decía eso me entraban las siete cosas por dentro, como si yo nunca hubiera visto un pájaro...

Aún así esta vez no le hice mucho caso por la razón de mi inmersión en mis recuerdos que todavía andaban por mi cabeza, mis amigos, el instituto, la pandilla, las fiestas que nos montábamos todos juntos, pensaba que me iba a volver loca si no los veía pronto.

Pasaron algunos minutos cuando por fin llegamos a nuestro destino.

A primera vista era normal, no era ni muy grande ni muy pequeño y en el centro más o menos destacaba, entre todo ese amasijo de casas, el campanario de la iglesia. Cuando estaba ojeando el paisaje del pueblo mi atención se centró en otra casa, no sabía por qué pero me parecía haberla visto antes.

La casa era grande y tenía un ligero color verdoso, color dado a causa de las innumerables enredaderas que la rodeaban. Estaba apartada de las demás y estaba rodeada por todos los lados de plantas y árboles.

-¿Qué te pasa? ¿No te gusta aquella casa? -dijo mi madre con seriedad, extrañada, sobre todo, por la forma de mirar que yo tenía.

-¿Por qué lo dices?

-No, sólo es porque esa es la cassa que ha alquilado papá, pero si no te gusta nos...

-¡En absoluto! -le interrumpí- Esa casa me encanta.

Ya habíamos llegado ante la casa. yo empecé a mirar los alrededores, pero algo me decía que ya había visto antes esa casa. Era imposible pero ya había estado en ese lugar, aunque mi madre me dijera que yo nunca había salido de la ciudad. Después de preguntar otra vez a mi madre, me dispuse a entrar en la casa, pero mi madre me paró.

-Antes de entrar tengo que darte una sorpresa.

-¿Sorpresa? ¿Pero no me habías dicho que no he estado en esta casa nunca?

-Y es verdad, ni tú ni nadie de esta familia había estado antes en este lugar. La sorpresa es de otra clase.

Miré a mi madre con cara de asombro, ¿una sorpresa? Seguro que era algún "vecinito majete", sí, eso fue lo primero que se me vino a la cabeza, un "vecinito majete" como ella los llamaba, pero ¿es que no podía esperarse? Lo que yo deseaba en ese momento era entrar en la casa y descubrir qué era lo que me atraía y no lo que vivía al lado...

-Bueno te iba a presentar a tus vecinos -dijo mi madre- pero creo que no necesitan ninguna presentación, ¿me equivoco?

Después de decir esto mi madre tendió el brazo hacia uno de los numerosos setos que rodeaban el ancho jardín, de estos setos salieron dos chicas más o menos de mi edad, pero he aquí mi sorpresa cuando me fijé bien en ellas, ellas eran... ¡Dafne y Celeste! Me quedé totalmente asombrada, pero antes de un segundo nos tiramos la una encima de la otra, dándonos besos y abrazos.

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